Cada vez es más común acceder a Twitter y encontrarte con gente que sigue a muchos cientos, quizá miles de personas. Mi reacción es automática: «¿Cómo pueden estas personas leer a todos estos usuarios? En estos momentos yo sigo «sólo» a 365 personas y entre posts y retweets en ocasiones es una cascada interminable. ¿Cómo pueden ellos?
La respuesta es lógica: No lo hacen. Al menos no a todos.
Supongo que las redes sociales no son más que la actualización de un comportamiento típico del ser humano. No es algo propio del Siglo XXI, aunque sí nos han ayudado a agravar el problema. Cada día tenemos más lugares y facilidades para DECIR algo a más personas. Pero seguimos teniendo sólo dos orejas para ESCUCHAR a los demás, y es difícil oír a otro mientras hablas tú.
Cada día más redes sociales a nuestro alcance. Más medios de comunicación. Más plataformas para colgar nuestros propios contenidos. A corto plazo todo esto está muy bien porque genera oportunidades de todo tipo, pero el tiempo demuestra que lo único que conseguimos es que la rueda de éxitos y fracasos gire cada vez más y más rápido. Todos recordamos la típica imagen de las películas con un chico vendiendo periódicos al grito de «extra, extra» en plena calle. Ahora tenemos enfrente a una marabunta de gente siguiéndonos para que leamos su artículo, escuchemos su podcast, veamos su Youtube o echemos un vistazo a su última ocurrencia en Twitter.
Ante esta situación, cada vez es más complicado encontrar a personas dispuestas a prestarte su atención. Eso ha llevado a muchos a especializarse, a investigar mercados, a intentar descubrir qué huecos quedan por llenar y qué contenidos no están teniendo la cobertura que merecen a todos los niveles.
Otros, mientras tanto, siguen hablando y hablando, pensando que cuantas más palabras pronuncian más calará su mensaje.
Cada vez que alguien se presenta de entrada como «el líder» o «el mejor» en algo, automáticamente pierde mi atención. Porque eso se demuestra con hechos y no con palabras. Cada vez que recibo invitaciones en redes sociales de personas que siguen a miles y miles de personas para conseguir ese famoso followback, pulso «eliminar».
Porque si yo escucho a alguien, quiero sentirme correspondido cuando llega mi turno de hablar. Y cada vez hay más gente que demuestra que no es capaz de hacerlo.